
Dentro de unos meses, o quizás mañana, nuestros hijos, o quizás nuestros nietos, serán condenados por “saber demasiado”.
Tendrán prohibido pensar, pues todos sabemos que es una palabra demasiado fuerte y poderosa, y vivirán en su feliz ignorancia llena de catetos y palabras malsonantes.
¿Alumnos y profesores? No existirán. Puede que dos o tres, escondidos en algún local, disimulando en algún callejón, ávidos de saber; que no “saber demasiado”, simplemente saber.
Si llegas a imaginártelo puede que te dé mucha pena. Si te imaginas a un niño (pongamos que es tu tataranieto) yendo al Rastro de Madrid en busca de alguien que le enseñe a hacer una raíz cuadrada, alguien que le diga qué es la ética o que le recomiende un buen libro, como quien busca una lámpara para su piso o un cinturón nuevo.
Imagina ahora a la “gente que sabe” (la gente más lista) en el extranjero, a la educación pública hecha pedazos, a la educación privada condenando a nuestros hijos, o quizás nuestros nietos, por “saber demasiado” (aunque yo creo que nunca se sabe demasiado).
Me imagino que no hace falta imaginarse todo lo anterior y deprimir a la gente que no quiere pensar, con perdón de la ignorancia, porque creo que todavía es posible el cambio... a mejor.
Además, si eso pasa, será dentro de unos años.
-
O bueno, quizás mañana.
Tendrán prohibido pensar, pues todos sabemos que es una palabra demasiado fuerte y poderosa, y vivirán en su feliz ignorancia llena de catetos y palabras malsonantes.
¿Alumnos y profesores? No existirán. Puede que dos o tres, escondidos en algún local, disimulando en algún callejón, ávidos de saber; que no “saber demasiado”, simplemente saber.
Si llegas a imaginártelo puede que te dé mucha pena. Si te imaginas a un niño (pongamos que es tu tataranieto) yendo al Rastro de Madrid en busca de alguien que le enseñe a hacer una raíz cuadrada, alguien que le diga qué es la ética o que le recomiende un buen libro, como quien busca una lámpara para su piso o un cinturón nuevo.
Imagina ahora a la “gente que sabe” (la gente más lista) en el extranjero, a la educación pública hecha pedazos, a la educación privada condenando a nuestros hijos, o quizás nuestros nietos, por “saber demasiado” (aunque yo creo que nunca se sabe demasiado).
Me imagino que no hace falta imaginarse todo lo anterior y deprimir a la gente que no quiere pensar, con perdón de la ignorancia, porque creo que todavía es posible el cambio... a mejor.
Además, si eso pasa, será dentro de unos años.
-
O bueno, quizás mañana.
-
Alba Fernández (estudiante "Rosa Chacel")
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario