
Hace ocho meses que llegué a España...aunque venir aquí no era lo que mas deseaba en el mundo era conciente de que se me brindaba una oportunidad única.
Mi historia puede no ser diferente a la de cualquier otro inmigrante...pero es mi historia, y estoy dispuesta a compartirla con todo el que quiera escucharla.
Mi padre y mi madre se divorciaron un año después de yo nacer…el cayo preso y algún tiempo después ella se fue del país dejándome a cargo de mis abuelos maternos (los paternos viven en Miami)…y todo por la maldita necesidad que te lo arrebataba todo sin dejarte siquiera defender lo único que te quedaba: la esperanza.
Y así transcurrió mi infancia. Un padre al que veía si acaso una vez al mes (solo si a mi madrastra le apetecía llevarme con ella a las visitas) y una madre de la que sabia por fotos y llamadas telefónicas. Yo era pequeña, demasiado como para notar la ausencia de ambos, pero a medida que pasó el tiempo y fui tomando conciencia, comprendí lo mucho que necesitaba su presencia.
Tenia una familia grande y maravillosa que lo daba todo por mi. me iba bien en el colegio y los profesores me adoraban...pero yo solo prescindía de mis padres y pasaba las noches en vela con los ojos rojos y lagrimas solitarias en las mejillas.
El tiempo siguió pasando y yo seguí creciendo. Las cosas no mejoraron aunque si veía a mi padre mas a menudo. Pero igual me sentía sola. Tuve que pasar los primeros años de adolescencia como una rebelde sin causa, y es que sencillamente nadie me entendía, nadie comprendía cuanto necesitaba de mis padres.
A los trece comencé a salir a fiestas, nunca tomaba y jamás fumaba, pero siempre me liaba con el primero que se me cruzaba...no me gustaba estudiar y aunque nunca me fugue del cole, siempre me las arreglaba para engañar a los profesores y faltar a clase.
Mi historia puede no ser diferente a la de cualquier otro inmigrante...pero es mi historia, y estoy dispuesta a compartirla con todo el que quiera escucharla.
Mi padre y mi madre se divorciaron un año después de yo nacer…el cayo preso y algún tiempo después ella se fue del país dejándome a cargo de mis abuelos maternos (los paternos viven en Miami)…y todo por la maldita necesidad que te lo arrebataba todo sin dejarte siquiera defender lo único que te quedaba: la esperanza.
Y así transcurrió mi infancia. Un padre al que veía si acaso una vez al mes (solo si a mi madrastra le apetecía llevarme con ella a las visitas) y una madre de la que sabia por fotos y llamadas telefónicas. Yo era pequeña, demasiado como para notar la ausencia de ambos, pero a medida que pasó el tiempo y fui tomando conciencia, comprendí lo mucho que necesitaba su presencia.
Tenia una familia grande y maravillosa que lo daba todo por mi. me iba bien en el colegio y los profesores me adoraban...pero yo solo prescindía de mis padres y pasaba las noches en vela con los ojos rojos y lagrimas solitarias en las mejillas.
El tiempo siguió pasando y yo seguí creciendo. Las cosas no mejoraron aunque si veía a mi padre mas a menudo. Pero igual me sentía sola. Tuve que pasar los primeros años de adolescencia como una rebelde sin causa, y es que sencillamente nadie me entendía, nadie comprendía cuanto necesitaba de mis padres.
A los trece comencé a salir a fiestas, nunca tomaba y jamás fumaba, pero siempre me liaba con el primero que se me cruzaba...no me gustaba estudiar y aunque nunca me fugue del cole, siempre me las arreglaba para engañar a los profesores y faltar a clase.
Anónima – 15 años
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